12 de mayo de 2014

NADA, Carmen Laforet (Ediciones Destino, 1944)

Nada, es sin duda una de las novelas más importantes posteriores a la Guerra Civil española, a la que se concedía en 1944 el primer premio Nadal de la historia.

La ingenua e inocente Andrea llega ansiosa a Barcelona en plena adolescencia tras la Guerra Civil. Siente una irresistible atracción por las calles, edificios y en general, por el ambiente de la ciudad condal y por ello, elige la ciudad para comenzar sus estudios universitarios.

No obstante, Andrea se decepciona, pues encuentra una Barcelona sumida en la pobreza y todavía herida por la reciente Guerra Civil.

Vive con su familia materna en un piso de la calle Aribau, concretamente, con su tierna abuela, su católica y autoritaria tía Angustias, sus tíos Román y Juan y la esposa de éste último, Gloria.

Sus parientes sufren las secuelas físicas y morales que derivan de una guerra, lo que hace que la convivencia sea tensa y Andrea tenga que vivir situaciones impactantes en su propia familia.
Esto se refleja especialmente en los personajes de Román y Juan, que del ejército republicano pasan al bando franquista, lo que les atormentará de por vida.
Tal y como sucede en la vida real, Andrea termina por ver normal determinadas situaciones que se repiten en su nueva casa.

La publicación de Nada en los años cuarenta, cuando Carmen Laforet sólo tenía 23 años de edad, supuso un cambio en la narrativa española.
Con un vocabulario sencillo, nos adentramos en una historia que plasma fielmente la España de la posguerra y los sentimientos a flor de piel de sus personajes.

Por último, me parece curioso que el carácter natural con el que la autora nos presenta a Andrea haya hecho a muchos/as lectores/as pensar que Carmen Laforet nos narró la historia de su adolescencia a través de Andrea. A pesar de las coincidencias entre la vida de Andrea y de la autora, esta negó que se tratara de una novela autobiográfica.

*Frase destacada: 
-"Parecía ahogarme tanta luz, tanta sed abrasadora de asfalto y piedras. Estaba caminando como si recorriera el propio camino de mi vida, desierto. Mirando las sombras de las gentes que a mi lado se escapaban sin poder asirlas. Abocando  en cada instante, irremediablemente, en la soledad". (Página 220)

María

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