"La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido".
William Shakespeare
Existen libros que son difíciles de leer, este va un paso más allá, es casi imposible.
Pero antes de entrar en detalles, conozcamos al escritor porque así empatizaremos un poco más y ablandamos el terreno para la novela. Año 1928, William Faulkner, treintañero sin oficio ni beneficio, escritor esporádico en algún periódico y malviviendo de trabajos esporádicos, había recibido algunos adelantos de la que iba a ser su tercera novela, que estaba escribiendo por aquel entonces, y en la cual tenía puestas muchas de sus esperanzas de futuro.
Cuando se la presentó a su editor, éste la rechazó y casi le recomendó que no se la enseñara a nadie, que era confusa y desordena. Así que, sin trabajo, sin futuro, y sin novela, en vez de abandonar la escritura deprimido, decidió sentarse de nuevo para crear la novela por la que está inmortalizado en el Olimpo de los escritores, El ruido y la furia. Una novela divida en cuatro partes, enumeradas y tituladas por fechas, que narran la decadencia y desaparición de una familia sureña, los Compson, arruinada por las deudas a finales de los años veinte. El tema en sí, no es lo más original del mundo. La clave de la novela es su estructura, donde vas conociendo la historia a través de la vida de cada personaje, siendo éstos: un retrasado mental; un suicida que deseaba estar enamorado de su hermana; un cínico misántropo y racista. Todos ellos hijos de un padre dipsómano y de una madre enferma y atormentada por la culpa y la deshonra. La cuarta parte del libro es la visión que nos da Disley, el ama de llaves negra de la familia. Disley representa el testigo mudo que lo ha observado y sufrido todo desde la distancia, el único pilar sobre el que sostener una casa en ruinas.
Cuando se la presentó a su editor, éste la rechazó y casi le recomendó que no se la enseñara a nadie, que era confusa y desordena. Así que, sin trabajo, sin futuro, y sin novela, en vez de abandonar la escritura deprimido, decidió sentarse de nuevo para crear la novela por la que está inmortalizado en el Olimpo de los escritores, El ruido y la furia. Una novela divida en cuatro partes, enumeradas y tituladas por fechas, que narran la decadencia y desaparición de una familia sureña, los Compson, arruinada por las deudas a finales de los años veinte. El tema en sí, no es lo más original del mundo. La clave de la novela es su estructura, donde vas conociendo la historia a través de la vida de cada personaje, siendo éstos: un retrasado mental; un suicida que deseaba estar enamorado de su hermana; un cínico misántropo y racista. Todos ellos hijos de un padre dipsómano y de una madre enferma y atormentada por la culpa y la deshonra. La cuarta parte del libro es la visión que nos da Disley, el ama de llaves negra de la familia. Disley representa el testigo mudo que lo ha observado y sufrido todo desde la distancia, el único pilar sobre el que sostener una casa en ruinas.
Cuando comenzamos a leer el libro, pronto nos damos cuenta de que algo falla. Diálogos internos sin puntuación que se van entrelazando en diferentes momentos del tiempo. Presente y pasado se van mezclado sin concierto ninguno, pues nos hallamos en el interior de la mente de Benjy, retrasado y sordomudo de nacimiento, incapaz de generar pensamiento estructurado pero, de alguna manera, capaz de sentir lo que ocurre a su alrededor, de olerlo.
Por esto es que hablamos de un gran reto para el lector: ir avanzando entre sus páginas. Llegamos a la segunda parte para conocer a Quentin y a su hermana Caddy, en su platónica y endogámica relación. Aquí la cosa mejora, pero de forma muy, pero que muy ligera, pues el lector sigue sin entender nada de la historia, tan sólo tiene retazos sueltos aislados en el tiempo sin conexión aparente. Estamos hacia mitad del libro. Si has conseguido llegar a esta tercera parte, felicidades, ahora es cuando el autor empieza a regalarte las piezas que te faltan del puzzle y el relato recobra una redacción temporal lineal que seguirá hasta el final del libro. En esta parte es Jason Compson el narrador, hermano menor de Quentin y Caddy, sustento económico de la familia y un rencor andante que se irá conociendo poco a poco. El final pertenece a Disley, que si bien no es en primera persona, es la visión objetiva de todo lo sucedido en los años anteriores y la que nos ayudará a rematar la historia.
Por esto es que hablamos de un gran reto para el lector: ir avanzando entre sus páginas. Llegamos a la segunda parte para conocer a Quentin y a su hermana Caddy, en su platónica y endogámica relación. Aquí la cosa mejora, pero de forma muy, pero que muy ligera, pues el lector sigue sin entender nada de la historia, tan sólo tiene retazos sueltos aislados en el tiempo sin conexión aparente. Estamos hacia mitad del libro. Si has conseguido llegar a esta tercera parte, felicidades, ahora es cuando el autor empieza a regalarte las piezas que te faltan del puzzle y el relato recobra una redacción temporal lineal que seguirá hasta el final del libro. En esta parte es Jason Compson el narrador, hermano menor de Quentin y Caddy, sustento económico de la familia y un rencor andante que se irá conociendo poco a poco. El final pertenece a Disley, que si bien no es en primera persona, es la visión objetiva de todo lo sucedido en los años anteriores y la que nos ayudará a rematar la historia.
A nivel personal, a pesar de la frustración que supone el no entender lo que estás leyendo, la redacción ejerce una poderosa fuerza que te hace seguir adelante, con un desorden tan calculado y preciso como una sinfonía, una novela de calmas y tormentas, sin duda, un libro que no te dejará indiferente.
Poeta Borracho.
"La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido".
ResponderEliminarWilliam Shakespeare...
De ahí, el misterio y confusión aparente de este relato... La puntuación acelerada y aparentemente desubicada en las épocas que se entreveran... Y el relato, se muestra como una avalancha demoledora y simultánea ,de dos realidades que se entrelazan a momentos y se expresan con la euforia del tiempo oscuro que comparten.
Ahí es donde converge la controversial furia, en el que el estado anímico del escritor y la trágica vivencia de los protagonistas, que se funde en un escrito vehemente, ruidoso, enojado, sin tiempo, sin pausas ortográficas y sin control literario aparente... Tal y como la vida se grita en estas circunstancia. Luego, se ofrece al observador indolente y ajeno, convertido en lector, Pocos leen, solo miran... Yo afirmo que sí... Tiene sentido, mucho sentido!