8 de junio de 2016

LA VÍSPERA DE CASI TODO, Víctor del Árbol (Editorial Destino, 2016)

  Esperé como agua de mayo la publicación de “La víspera de casi todo”, ya que recibió el Premio Nadal 2016 y, a pesar de tratarse de una obra inédita, su autor ya me era conocido por “Un millón de gotas”.

  He leído “La víspera de casi todo” dos veces. La primera vez tardé cuatro días (laborables) en terminar la lectura. Me encantó y decidí que releería sus páginas, pero esta segunda vez recreándome y racionándome, con lo que conseguí reflexionar sobre hechos que había pasado por alto la primera vez.

  En un remoto paraíso de la Costada Morte concurren los personajes que dan forma a la obra.

  El tema central es el empeño de las personas por huir del pasado, pretendiendo lo que es inútil: volver a empezar. 


  Ignorar que la vida no puede ser suspendida y reanudada a nuestro antojo hace que la protagonista de la historia intente, sin éxito, cambiar su identidad con la finalidad de olvidar un amargo suceso de su pasado.

  La inestabilidad es la característica común a todos los personajes del libro, tanto principales como secundarios. Todos/as padecen desgracias corrientes y más frecuentes de lo que quisiéramos en nuestras vidas. Con estos sucesos, el autor se aproxima a nosotros/as, dotando a la novela de una dosis de cotidianidad que el/la lector/a no percibe hasta que no reflexiona al respecto. Como ejemplos de ello, los sentimientos en que desencadena la frustración, el acoso escolar al que es sometido un alumno o el acoso derivado del comportamiento de una ex-pareja.

  Puede resultar polémica mi opinión sobre el Sr. Mahler (padre de la protagonista, Eva/Paola Mahler) pero pienso que se ha posicionado como “malo”, lo que ha hecho que numerosos/as lectores/as hayan creado una opinión negativa sobre su actitud. Me pregunto si crear este sentimiento ha sido el verdadero propósito de su autor. En cualquier caso, me siento en la obligación de dejar constancia de que el Sr. Mahler es mi personaje favorito, pues en la vida real existimos las personas que nunca nos detenemos a mirar el pasado con añoranza. Hacemos de nuestro futuro un constante presente. Empujamos adelante a quienes se hallan anclados en un pasado dañino, siempre y cuando merezcan nuestra alegría (nunca la pena).

  No podría terminar esta reseña sin hacer alusión al poemario de Juan Gelman, exiliado de Argentina durante la dictadura militar. A través de varios personajes, Víctor del Árbol, introduce la obra del poeta y hace al/la lector/a sentir los horrores de “la dictadura más sangrienta de la historia argentina”.

  En cuanto a las palabras que la lectura del libro me ha permitido incorporar a mi vocabulario, son las siguientes:

·Meliflua (P. 22): dulce, suave, delicado y tierno en el trato o en la manera de hablar.
·Hollar (P.146): pisar dejando señal de la pisada.
·Ujier(P. 405): Portero que servía en un palacio, especialmente en la entrada de las habitaciones del rey.

  * Frase destacada:

  “Creo que quiere decir que hablar de ciertas cosas no las hace más reales. Lo que ha ocurrido permanece para siempre como un paréntesis en la vida. Hay algo que conecta todo lo que nos sucede. El pasado con el presente. El presente con el futuro. Como si el tiempo fuese una cadena que se repite… Las horas caminando hacia su final, que son su principio […] Jugamos con los momentos sin ser conscientes de su fragilidad y, de repente, la vida acaba rompiéndolos… Al menos, así lo interpreto yo” (P. 146).

María

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