Castillos de Cartón es un libro simple en lo que se refiere a su trama, breve y fácil de leer. Pero al mismo tiempo me ha resultado extremadamente complejo. Alberga dentro de él gran cantidad de sentimientos y vivencias, que considero que en ocasiones pueden ser difíciles de apreciar. Y creo que en eso radica su grandeza.
Antes de terminarlo estuve leyendo algunas críticas para saber si había más gente que se identificara con lo que yo estaba sintiendo. Y la verdad es que me sorprendí porque la inmensa mayoría de las críticas que leí eran muy positivas. No lo entendí. Sin embargo, ahora creo que muchas de ellas se quedaron cortas.
“María José Sánchez trabaja de tasadora de arte en una casa madrileña de subastas. Un día recibe la llamada de un antiguo compañero y amante, Jaime González, anunciándole que su común amigo, Marcos Molina Schulz, se ha suicidado. La noticia no sólo devuelve a la narradora a su época de estudiante de Bellas Artes, cuando todavía soñaba con ser pintora, sino que le hace revivir la torrencial historia de amor que vivieron los tres cuando ella apenas tenía veinte años. Con la amarga emoción de lo que se siente irrecuperable, María José reconstruye los detalles de aquella pasión triangular, imposible y excesiva, la alegría desbordante con que exploraron el sexo, la intimidad sin tapujos recién estrenada, la entrega cómplice y excluyente a la pintura. Fueron destellos de una felicidad intensa, verdadera, que sólo acabaron ensombreciendo los celos de los amantes y la injusta negociación con el talento de los tres aprendices de artista.”
Castillos de Cartón trata sobre un triángulo amoroso, formado por María José, Jaime y Marcos. Podemos ver cómo a través del arte y de las vivencias generadas por esta peculiar relación tratan de descubrirse a sí mismos para así poder encajar en el mundo que los rodea.
La estructura del libro gira en torno a cuatro apartados:
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El arte. El tres es un número impar.
- El sexo. El tres es un número aparte.
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El amor. El tres es un número par.
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La muerte. Pero el tres no ha sido nunca un número.
La trama se sitúa en Madrid y está ambientada en los años ochenta, en el corazón de la movida madrileña. Nos habla de esos ochenta que muchos no hemos podido conocer y que a través de este libro podemos sentir algo más cercanos. No quiero decir con esto que todo en los ochenta girara entorno al sexo y a las drogas. Pero sí fue una época de descubrimientos y de ruptura con el pasado.
Este libro nos permite vivir, o mejor dicho, revivir, el paso que creo que es el más importante de todos, el de la adolescencia a la madurez. Esa época cargada de nuevas experiencias y de nuevos sentimientos que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida.
En definitiva, es una novela simple, cuyos hilos conductores son básicamente el sexo y el arte. No obstante, os invito a conocer a estos tres personajes y a intentar apreciar la grandeza de los sentimientos que esta novela trata de transmitir, y que a mi personalmente, me han cautivado.
Esta novela cuenta con una adaptación cinematográfica del año 2009 protagonizada por Adriana Ugarte. A mi me ha resultado entretenida, aunque no termina de plasmar del todo la esencia del libro. Principalmente porque, en mi punto de vista, omite muchos detalles que resultan imprescindibles para lograr entender bien la historia.
Como dato me gustaría destacar que las escenas que transcurren en la Facultad de Bellas Artes están rodadas en la Facultad de Derecho de la Universidad de Alicante. Es un detalle que me hizo ilusión, ya que ese lugar representa mucho para las tres, entre otras cosas porque es allí donde nos conocimos.
FRASES DESTACADAS
- “Estábamos en 1984, teníamos veinte años, el mundo todavía caminaba hacia delante, Madrid era el mundo y yo estaba en medio, dispuesta a tragármelo sin tomarme la molestia de masticar antes cada bocado. Diez años antes, aquella escena no habría podido suceder. Diez años después, habría sido igual de imposible. Pero estábamos en 1984 y teníamos veinte años, Madrid tenía veinte años, España tenía veinte años y todo estaba en su sitio, un pasado oscuro, un presente luminoso, y la flecha que señalaba en la dirección correcta hacia lo que entonces creíamos que sería el futuro. Aquél fue nuestro riesgo, y nuestro privilegio.”
- “Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta.”
- “Había sido demasiado amor, tanto como el que yo podía dar, más del que me convenía. Fue demasiado amor. Y luego, nada.”
Verónica.
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